miércoles, 19 de agosto de 2020

CIUDAD DE COLORES

 Siempre recordaré la primera vez que hice un viaje a otro país. Donde pude contemplar edificios altos y hermosos en una ciudad colorida como su gente, Cochabamba, Bolivia. Todo comenzó el 3 de enero del 2005, cuándo nos encaminamos hacia esta hermosa ciudad. Era de madrugada cuando partimos, mis padres, mi hermano y yo. Luego de un largo viaje de aproximadamente 22 horas en bus, con diferentes paradas en distintos lugares, como Puno y La Paz, llegamos al terminal de Cochabamba por la noche.

Nuestro plan era llegar a un hotel y descansar luego del extenuante viaje. La misma noche de mi llegada, experimenté por primera vez la vida nocturna de Cochabamba. Era extraordinaria la sensación de estar en un espacio completamente desconocido y tan diferente. La noche estaba alumbrada por las múltiples luces de las plazas, de los majestuosos hoteles, y de esos extravagantes restaurantes.

A través de la ventana del hotel pude contemplar a muchas personas que transitaban las calles y avenidas del lugar, como si el tiempo no fuera importante para ellos. Como si el hecho de que en el reloj marcaran las 10 de la noche no les dijera que era tiempo de descansar. Confirmé entonces lo que me dijo mi padre antes de realizar ese viaje, que aquella ciudad desconocida para mi tenía una agitada vida nocturna.

Gracias a ese viaje sería el inicio de una costumbre que se repetiría por muchos años más, descubrí lo colorida que podía ser una ciudad y un país distinto en el que crecí. Cochabamba parecía nunca dormir, apegada a sus costumbres de carnavales en verano, todo ocurría rápidamente, y toda diferencia social, política, o lo que sea, quedaba relegada para dar paso a la alegría de su gente. Disfrutando ser quienes son, y orgullosos de su tierra.

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