martes, 18 de agosto de 2020

Cuestión de desconocimiento

“Es la mejor parte de toda la primaria” decía Miguel “el viaje de promoción lo es todo” esa frase de mi mejor amigo de primaria trae a mi memoria uno de los pocos recuerdos de mi niñez; mi primer viaje de promoción. Recuerdo mi asombro cuando nos dieron a coonocer el destino y como todos esperábamos que llegue el día de nuestro viaje. Y cuando así lo hiso, entre gritos y bromas, mis amigos y yo ocultábamos el nerviosismo que nos generaba esta experiencia, la que me daría una nueva perspectiva de las cosas.

No recuerdo cuánto fue que el viaje duró, pero sí que cuando llegamos a nuestro destino estábamos todos ansiosos. Cusco, la cuna del Tahuantinsuyo nos recibía con un cielo soleado pero con nubes, clima fresco pero con tenue sensación de frio. Un cielo familiar pero nada similar al Misti arequipeño. Las casas de allí eran construcciones antiguas y las calles tenían un aire más colonial. La ciudad prometía tantas nuevas experiencias y nosotros lo sabíamos.

El primer día recorrimos la ciudad entera, conocimos el barrio de San Blas, nos fotografiamos junto a la piedra de los 12 ángulos y caminamos por su Plaza de armas, rodeada por iglesias, nada extraordinario. El segundo día nos adentramos en los atractivos turísticos, conocimos el museo Inca de San Antonio de Abad, luego la Fortaleza de Saqsaywaman, lugares con diversos atractivos pero que casi ignoramos pues creímos eran solo la preparación para lo que vendría, el sitio del que todos hablaban.

Al tercer día llegó lo esperado, nos dirigimos finalmente a Machu Picchu. Estábamos ansiosos pues no había nadie que no hubiese oído de una de las 7 maravillas. Partimos temprano, tomamos el tren que nos acercaba, recorrimos un largo sendero a pie y esperamos entre grandes multitudes. Nos prometieron que las picaduras de mosquito, el largo tiempo de espera y todos nuestros esfuerzos valdrían la pena.

Así tras muchas molestias llegamos a la ciudadela de Machu Picchu. Grande fue la sorpresa cuando al llegar ante nuestros ojos encontramos un enorme cerro de color verde, con colosales construcciones, frondosos follajes y gran belleza paisajística pero que para ojos poco preparados no era nada extraordinario y no muy diferentes a las que ya habíamos visto. Y es que qué iban a saber apreciar la belleza de Machu Picchu un grupete de niños de 11 años.

Escrito por Germán Yuca Choque

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