Mi corazón se acelera y estoy nervioso. La caja de cumpleaños se abre, de ella sale una pequeña cabecita blanca y tres puntitos forman una carita. Se oyen quejidos entre ansiosos y melancólicos. Todos sabemos lo que hay dentro, aún así, nos mantenemos incrédulos.
Mi familia, siempre se ha caracterizado por ese gran amor a los animales. Recientemente, ese amor nos ha dejado en una profunda tristeza. Es bonito querer, pero es muy doloroso perder a un pequeño miembro de la familia. Nosotros perdimos a Matías, un pequeño conejo quien hacía las veces de perro, gato y hasta de ser humano. La edad y múltiples complicaciones de salud, se lo llevaron.
Se cumplían 5 semanas de aquel amargo día. Se acercaba el cumpleaños de mi mamá. Ella era la más afectada por la pérdida y todo el tiempo se veía muy distante, ida... La familia, también se había fragmentado. Cada uno por su parte, ya no había un motivo que nos uniera como antes.
Mi mamá, al ir a su trabajo
el día de su cumpleaños. Fue recibida por una fiesta sorpresa en su honor. Ella
no entendía bien lo que pasaba, aún así, trató de ser amable con sus
compañeros. Al momento de recibir los regalos, una caja grande fue la que se
llevó toda su atención. Esta caja se encontraba entre abierta y la tapa se
movía. Una hora después, yo llegué al trabajo de mi mamá, tras una llamada
misteriosa, que no adelantaba nada de lo que pasaría. Al entrar, mi mamá me
entregó la caja y me dijo que viera con cuidado lo que había dentro. Ahí estaba
ella, una nenita blanca y esponjosa, con sus ojos entreabiertos, me miraba
fijamente… Era amor a primera vista.
 
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