martes, 18 de agosto de 2020

AMOR SIN PALABRAS

 A finales de noviembre, mientras mi estresada mente se enfocaba en las tareas de la universidad, había conocido a un chico en una rifa que realizó el albergue para perros y gatos donde era voluntaria. Kevin era alto, de cabello ondulado y oscuro, brillantes ojos, pestañas espesas, y un apasionado amor por la música clásica y su amado violonchelo.

Aquel día especial, vísperas de navidad, decidimos tener nuestra primera cita. Una tarde de películas era algo que a ambos nos agradaba. Pero me atemorizaba el miedo a fallar en algún detalle, como mi impuntualidad, aunque ya habían pasado meses sin volver a cometer ese mal hábito. Decidida a hacer las cosas bien, llegué 30 minutos antes. Me puse más nerviosa.

Kevin llegó diez minutos antes, y aunque en su mirada noté que se sintió culpable por haber llegado después de mí, lo tranquilicé sonriendo, y entendió. Era una de las cosas que más me gustaba de él, sabía lo que yo pensaba y me entendía perfectamente. Ya en los asientos de la sala, reímos mucho y cruzamos miradas varias veces, más veces de las que me gustaría admitir. Y tal vez por esas miradas tan llenas de anhelo, no noté el momento en que nos tomamos las manos. Lo que sí noté era mi corazón latir con fuerza.

Esta cita debía confirmar o negar los sentimientos que ambos creíamos haber visto nacer a partir de nuestras conversaciones en WhatsApp. Pero sin tener que hablar ambos sabíamos cuál había sido el resultado. La palabra amor, solo pasaba por mi mente cuando pensaba en mis padres, a veces mis hermanos, y por supuesto mis mascotas. Claramente cuando estaba en el colegio creí sentir ese sentimiento, pero al madurar me di cuenta que no era eso. Este sí era amor.

Su petición llegó a mis oídos con tanta suavidad y calidez que quedé extasiada por todos mis pensamientos… Volví a mirar sus grandes ojos que ahora estaban llenos de ilusión y acepté. La alegría nos golpeó con tanta fuerza que ambos soltamos un par de lágrimas, y luego reímos cuando nos dimos cuenta que la sala del cine ya estaba vacía y nos habíamos perdido el final de la película. Pero sin duda empezamos algo mucho mejor.

 

 

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