martes, 18 de agosto de 2020

MIEDO A PERDER LA FELICIDAD

En 19 años de mi vida, no había visto tanta tristeza en los ojos de mis padres como ahora que era habitual. Esther y Javier, mis padres, solían estar siempre de buen humor mientras atendían la tienda de abarrotes.

Aquel brillo en sus ojos había quedado en el pasado, vecinos nuestros, antiguos amigos de ellos, y familiares lejanos, habían fallecido. El temor de mi padre era que mi abuela se contagie, y cada vez nos hacía alejarnos más de ella, “es por su bien” solía decir.

Yo quería ser fuerte, pero la tristeza invadió lentamente en mi corazón. La angustia me hacía imaginar el terrible escenario donde quiénes morían eran mis padres. No había cosa que temiera más que eso. Rogaba cada noche que no les pasa nada a ellos, que, si alguien se enfermara, fuera yo.

—Tranquila hijita, estoy bien —dijo mi mamá, una tarde que la escuché toser un poco e inmediatamente las lágrimas quisieron correr por mis mejillas.

Tuvimos suerte, era una simple tos. Pero mis nervios no se calmaron. Cada día estaba más pendiente de su salud. Cada movimiento se convertía en un síntoma imaginario para mí. Tenía mucho más miedo del que alguna vez me hubiera imaginado.

Tan solo pensar que algo les pudiera pasar, me quitaba el sueño y me ponía tensa. El miedo a perderlos. El miedo de ser una de las familias a los que la muerte los ha tocado. El miedo a perder a las personas que amo.

Ahora cada noche yo me aseguraba que ellos dormían y estaban bien arropados para que el frío no los invadiera. Vigilaba su comida y que solo tomaran bebidas calientes. Y aunque ambos se incomodaban de ser tratados como ancianos, se aliviaban de verme más tranquila, más feliz de poder cuidarlos y protegerlos como ellos cientos de veces lo hicieron.

—Estamos bien, solo concéntrate en tus clases virtuales —dijo mi papá sonriendo en el desayuno de otra fría mañana, mientras yo, como siempre, insistía en ponerles otra bufanda. Tal vez los sobreprotegía, pero eso mitigaba el miedo que sentía.

—Sé que están bien, pero quiero cuidarlos por muchos años más, solo me aseguro de cuidar bien mi felicidad —respondí poniéndoles otra bufanda a ambos.

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