martes, 18 de agosto de 2020

TRES PROBLEMAS, UNA PERSONA.

 

Primera crónica


Sin maletas

Esto paso cuando tenía 12 años, en uno de los viajes improvisados de mi papá. Primero nos llama, pregunta nuestra disponibilidad de tiempo, nos recoge y partimos hacia un rumbo desconocido. Los pasajeros son los mismos; su madre a quien la conocemos como “Mama Michu”; la pareja de ella, el “Tío Rinco”; mi hermana Cinthya quien es dos años menor que yo; y claro, también mi papá.

Nuestro destino era el lago Titicaca, 2 días y 3 noches lejos de casa. El viaje comenzó a eso de las 5 de la tarde, mi papá conduciría todo el camino. Como siempre, yo ocupaba el asiento del copiloto. Ver la carretera y sentir que soy la conductora siempre me ha gustado. Pero esta era una pista sin fin y el sueño me agotó.

Cuando desperté todo estaba oscuro, era de noche y no se veía nada. Estábamos en un campo, al parecer, ahí vivían los familiares de mi tío Rinco. Nos estacionamos frente a una pequeña casa que parecía abandonada. El frio calaba hasta los huesos, solo quería dormir. Inclinamos los asientos del carro a modo de cama, nos envolvimos en las frazadas y  volvimos a dormir.

La mañana reveló más casas alrededor, además que los adultos habían salido a ver la casa que teníamos enfrente. Bajé a investigar y observé aquella vivienda, era pequeña de un solo piso y tenía forma de “L”. Miré por la única ventana que daba iluminaba el cuarto principal. Dentro se encontraba una pequeña cama cubierta por frazadas de varios colores, había varios sacos llenos que estaban pegados a la pared, unas cuantas ollas y cubiertos.

Mi tío hizo presencia, mencionó que su familia había salido. Teníamos hambre y decidimos partir a otro lado en busca de comida. Otra vez nos subimos a aquel vehículo blanco y nos despedimos de aquella pequeña casa. Era las 7 de la mañana cuando salimos, y 10 cuando encontramos pan. Nuestro viaje aun no acababa, y no había rastros de ningún lago. Han pasado 8 años desde aquel viaje, no hemos vuelto a ese lugar, espero poder hacerlo el próximo año y esta vez llegar al lago Titicaca.  


Segunda crónica


Trozos de un frágil amor

El amor en mi casa es frágil como el cristal, diría que todo se inició cuando tenía 6 años. Era noviembre cuando mi mamá subió todas nuestras cosas a una camioneta y partimos rumbo a la casa de su hermano. Sospechaba que mis padres se estaban separando, aquello no me molestaba. Entendía que papá era un hombre ocupado y ella una mujer tan frágil como una flor, a pesar de eso, estuvieron juntos todos esos años. Ese día entendí algo que era evidente, el amor se acaba con el tiempo.

La falta de papá y los llantos de mamá me hicieron buscar el cariño en otra parte, mi hermana Cinthya hizo lo mismo. Nos llevamos por dos años, pero no es lo único que nos hacía diferentes. Podría decirse que ella era como una leona, dispuesta a proteger a quienes quiere, y tener energía que cansaría a un deportista. Por mi parte, era todo lo contrario. Tranquila, solo miraba televisión y obedecía a los adultos con cualquier cosa que me ordenaran.

Supongo que el odio nació al ver que no éramos compatibles. Y las preferencias de mi papá y otros adultos eran evidentes. Tanto que, de manera inconsciente, Cinthya trató de lastimarme en varias ocasiones. Así, pasaron dos años, fue cuando nos enteramos del embarazo de mi mamá. Fue la primera vez que Cinthya y yo compartimos un mismo sueño. Ambas queríamos una hermana, tal vez para compensar el vacío de no contar con la otra, y nuestras oraciones se cumplieron en el séptimo mes.

Cuando nació Esther mi papá no quiso reconocerla, fue cuando quise asegurarme de que ella no lo necesitara. El enfocarme en ella hizo que me olvidara de Cinthya, la cual se hizo notar cuando entró a secundaria. Supongo que la presión y la falta de atención la hicieron entrar en una crisis personal para ser aceptada en su nuevo colegio. Su diagnóstico arrojó una bulimia y anorexia. Fue cuando recién me di cuenta del daño que le hice al alejarla de mí solo por ser diferente. Ese golpe hizo que, de alguna forma, empezáramos a hablar. 

Recordar todo esto es como ver una vieja foto, es doloroso, pero nos recuerda no repetir el mismo error con Esther. Hay noches en las que no paramos de hablar, y días en silencio donde miramos alguna serie o película mientras desayunamos o almorzamos. No somos perfectas, sabemos que nos podemos romper en cualquier instante. Pero estamos juntas, eso es lo más importa.


Tercera crónica


Un solitario domingo

Es el segundo día del mes de agosto, también su primer domingo. Han pasado 19 domingos sin salir de casa. Por lo general, estos días los solía usar para ir al cine con Daleska o celebrar el cumpleaños de alguno de mis amigos. Ahora, mi día se resumía en ordenar mi habitación, poner música a todo volumen y dormir en la tarde para después amanecerme.

Son las 10 de la mañana, hora en la que se escucha desorden y golpes en el techo, al parecer, están estucando el piso. Escucho como mi mamá sube y baja las gradas mientras le da órdenes a mi hermana Cinthya. No es que no quiere ayudar, tengo un odio hacia el maestro de obra pero esa es otra historia. Contemplo el techo y la más pequeña de la familia se levanta con hambre. Ambas compartimos el cuarto y cama, por lo que, es a mi quien pide alimento.

Me duele la cabeza y al parecer ella lo entiende. A pesar de sus cortos 10 años, Esther es bastante independiente. Sale del cuarto rumbo a la cocina, para luego de cinco minutos, volver indicando que hay sopa en la olla. Me levanto con pesadez y la sigo con un humor de perros, quería seguir envuelta en el calor de las frazadas. Al notar nuestra presencia, tanto Cinthya como mi mamá nos alcanzaron en la cocina. Cinthya renegando porque Esther no puede servirse un plato de sopa, y mamá pensando que decir para que no explote de ira.

Con pocas ganas, acepto aquella sopa y regreso a mi cuarto, Esther se queda comiendo en la sala, dejándome sola. Mis ganas de hacer algo se apagan después de la última cucharada del plato. Prendo la computadora y empiezo a realizar mi tarea de Publicidad, son pequeños dibujos en Corel Draw que me recuerdan lo mal organizada que soy por dejar la tarea para el último día de entrega. Y mi laptop no es de mucha ayuda, se congeló dos veces, lo cual provoco que mi trabajo se borrara.

Estaba tan inmersa en la tarea, que con suerte llegué a percatarme del plato de comida que apareció a mi lado izquierdo, abriendo mi apetito. Me apresuré todo lo que pude para poder comer. Mi cuarto se tornó naranja cuando acabé, logré enviar mi parte del trabajo al grupo y puse el episodio VIII de Star wars para poder comer tranquila. De alguna forma, estas pequeñas acciones e imprudencias me recuerdan a mis amigos, y las reuniones que teníamos antes de todo este desastre.

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