Era el año
2015, un poco de valor había guiado a mi temblorosa y con lágrimas primera
confesión de lo que llamé a mi corta edad <<amor>>. Una letra y una
vocal pronunciadas no habían sido tan deseadas por mi desde hacía años. Su
estado negativo me deprimida y aterraba, no imaginaba algo sin ella, ya era
parte de mi vida desde hacía tres años. Por otro lado, su estado positivo me
inyectaba energía, alegría, gozo, felicidad; del solo imaginar las
posibilidades mi tierno corazón de 14 años se hundía en un pozo del que no
quería escapar jamás, aunque muriera. 
Estábamos a
dos cuadras del Puente Grau, donde la llevé bajo la premisa de <<Quiero decirte algo importante>>
mientras cerraba los ojos para coger valor y unir nuestras manos en algo que;
aún hoy, pese a todo lo que pasó después, considero cálido.        
 Recuerdo sus ojos, querían respuestas. Ella me
había estado insinuando desde que nos conocimos algo. Ese algo era que yo le gustaba.
Sus mordidas ocasionales cuando no la miraba y quería llamar mi atención. O sus
<<suspiros>> no tan bajos cuando rodeaba su cuerpo con mis brazos.
 Nuestros pasos no eran muy rápidos; sus pasos
eran constantes y con una gracia propia de ella, parecía que bailaba. Iban a un
ritmo de <<bam-bam dum, bam-bam dum, bam-bam bum... >>, dos pasos
rápidos seguidos de uno corto y lento pero potente, aunque delicada. Ella era
decidida y libre. Se notaba y me gustaba. Por otro lado, mis pasos eran
irregulares y, por momentos, no dejaba de mirar mis pies al andar o acomodar mi
mochila porque la consideraba <<demasiado chueca >> al traerla
cruzada en mi hombro derecho ... como si estos detalles hicieran la diferencia
para que ella me correspondiera de la forma romántica a la que yo apuntaba. 
—¿Y bien? —Sus irises oscuros reflejaron el ocaso y me
exigían hablar ya, eran las 6:30 pm... su hora de llegada no debía de pasar las
7:00 pm. Era hablar o callar. Era morir o vivir. Era intentar o callar. "Todo
era callar para nada malograr ". Le podía mentir y fingir que solo
quería compañía a mi paradero de buses, pero decidí hablar.
 Escupí mis palabras como si picaran. Y justo
cuando me confesé, el claxon de un bus ambientó nuestra conversación como si
música fuese. Tuve que gritar que la amaba, aunque me doliera la garganta y los
pulmones... contuve mi respiración y esperé una respuesta. No llegó en forma de
palabras o de algún sonido, lo supe cuando sentí algo suave a escasos
centímetros de mi rostro ¿Y luego? Su aliento cálido me abrigó aquella noche
helada. 
 
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