martes, 18 de agosto de 2020

Crónicas del recuerdo

Crónica N° 1 

                                                               OJITOS COLOR MARRÓN 

Nos conocimos por una tarea de responsabilidad social de la universidad. Estabas tan flaquito, muy débil, parecía que ibas a romperte. Te llevé a casa, mi hermano Ivan al verte dijo. Se va a morir. Nos miramos y dije. El puede, va a ser un bóxer poderoso, lo voy a ayudar. Sonreí. Te bañé y te alimenté, después de comer te pusiste a jugar, para la noche estabas durmiendo en una camita hecha de una colcha, eras tan pequeñito, que la gata era más grande que tú. Los dos se acomodaron y durmieron juntos como si fueran madre e hijo. Tu nuevo nombre. Máx.

 Al día siguiente debía ir a la universidad. ¿Dónde crees que se va a quedar el perro mientras no estamos? Más te vale que vengas rápido, no quiero nada destruido, ayer ya mordió mis sandalias. Me sentenció mi hermano.

 Creciste y ahora duermes en tu colcha sobre mi cama.

Viernes en la tarde, Máx empezó a ladrar como loco, jamás se había portado así, no entendía porque ladraba tanto. Nuestros paseos al temático siempre son sin ladridos, todos los días. No sabía que me estaba advirtiendo del peligro, ese hombre llevaba un cuchillo en sus manos y quería atacarnos.

Estaba tan nerviosa y asustada. El perro quería abalanzarse sobre el hombre y yo solo quería correr, pero no podía dejar a mi Max, mi miedo a que le haga daño era más fuerte, empecé a jalarlo. Pero, ¡Dios cuanta fuerza! El hombre empezó a correr hacia nosotros, Máx iba a su encuentro, no pude sujetarlo más, se abalanzó contra él y lo hizo caer, trajo el cuchillo y lo puso en mis pies, las personas que caminaban en la calle nos vieron y fueron en nuestra ayuda, ahora que lo pienso, todo fue muy rápido, pero al mismo tiempo no.

Aparecieron unos señores y se llevaron al sujeto del cuchillo. Nunca me enteré quien era realmente, solo los susurros de la gente decían que era un enfermo mental. ¿Estás bien? Me preguntó un joven. Solo atine con la cabeza, Máx estaba a mi costado. Escuché decir. Si el perro no ladraba tanto no habría venido, ha tenido suerte, ese animal es un peligro para todos, niña debes salir acompañada de alguien más, Ese perro es grande, etc. Agarré a Máx y caminé sin decir nada, estaba pasmada con lo sucedido.

Si eso no es amor, no sé qué es. Máx me demostró eso y muchas más, que el amor son acciones.

                                                                   

Crónica N° 2

                                                   TIENES QUE IRTE

 

Estábamos tomando desayuno, eran las 8 de la mañana del día sábado, todos los días parecen iguales, la única diferencia de un martes con un domingo son las clases virtuales, dicho sea de paso, es más estresante que las presenciales.

TOC, TOC, TOC. ¿Quién toca la puerta a esta hora? Exclamó Juan, mi papá y abrió la puerta. Liz, Leidy vengan un momento van a hacernos la prueba rápida para saber si tenemos el virus. Risas. El día anterior yo viajé a Chuquibamba, junto a una compañera a recoger equipos móviles que la universidad nos estaba proporcionando. Les daremos los resultados después, ahora les tomare la temperatura, exclamó la enfermera. Muy bien su temperatura es normal, regreso más tarde para darles los resultados.

Tres de la tarde tocaron la puerta. La señorita Leslie Ramírez debe acompañarnos su prueba salió positiva. ¡Tiene que ser un error! Solo en eso pensé. ¿Y mis padres? Pregunté. Ellos están bien, pero tú no, así que acompáñanos.  Salí de la casa sin decir palabra alguna. Parecía de película. Va a estar todo bien. Escuché a mi mamá. Nadie decía nada, la preocupación se apoderaba de mí y preguntas ¿Por qué tengo el virus? ¿En qué momento me contagié? ¿Por qué mis padres salieron negativos, si compartimos la misma mesa?

Me empezó a doler la cabeza, tenía miedo. Algo en mi me decía: Esto no es real. Llegamos al colegio donde guardaríamos 15 días de aislamiento total de nuestras familias, no era la única, varias caras conocidas, ahora tan desconcertadas, con los ojos llenos de miedo, me miraban y yo a ellos. Los días se hicieron una pesadilla, si antes estando con mis padres me estresaba, ahora sola era peor, la batería de mi celular se acabó, ¿Cómo haría mis clases?  No quería pensar en el dichoso virus y quería escapar por medio de las clases, mantenerme ocupada.

Los días han pasado, mis padres vienen tres veces al día trayendo comida y la misma pregunta ¿Cómo estás? ¿cómo te sientes? No es momento de estar con la cara triste ellos también necesitan fuerzas. Ha pasado ya una semana, nos harán de nuevo la prueba, no tengo ningún síntoma, confío en que saldrá negativo, tiene que haber sido un falso positivo la vez pasada.

Lunes a las 10 A.M. me hicieron la prueba. Tranquila, me dijo la enfermera. ¿Quién es? No lo sé, su rostro cubierto por el cubre bocas no me permite saberlo. 6 de la tarde regresaron con los resultados. ¡Dios dame fuerzas! Pedía. NEGATIVO. No sabía si reír o llorar, así que hice ambos y agradecí por eso. Más tarde, pasé por el puesto de salud a llenar unos papeles, la vida me sabe mejor ahora.


Crónica N° 3

                                                             VIAJAR CON MÁX 

Ivan, lleva a Máx y a la gata al veterinario para que los hagan dormir y viajen tranquilos, aunque sea hasta la mitad del viaje, yo voy por los boletos. Me dijo. Eh no, yo no voy a poner un solo pie en la veterinaria, molesta le dije. Ok entonces iremos en transbordo. Así fue como a media mañana estaba ansiosa y enojada. Ya son las 3 de la tarde. Máx un bóxer extremadamente juguetón no paraba de corretear por toda la casa. La gata dormilona, ahí ociosa, como todos los días, echada sobre la cama.

3:15 P.M. Ivan agarra la gata, ponla en la mochila, Máx, Máx, ven hijito vamos a salir. En tres segundos estaba mirándome con su correa en la boca. ¡Ah claro!, al perro si hijito y a mi gata que le parta un rayo no.  Solo me reí y directo a la veterinaria, la gata no dejaba de maullar y Máx solo quería correr al parque. Claro como si esto fuera un paseo. En mis brazos, una colcha enorme en la que cargaría a Máx. Me dolió más la inyección a mí que a la gata y a Máx juntos, apenas dormido, lo cargué sobre mi espalda, como un bebito, 26 kilos encima casi me hacen considerar cargarlo, pero no había tiempo, ya era tarde. Ivan se las ingenio con su gata. Cargar la mochila delante sobre mi pecho y Máx en la espalda, olvídenlo nada recomendable.

Con las justas alcanzamos una minivan. ¡No puede ir adelante con un bebé, atrás hay un asiento! No es un bebé, es un perro señorita, está dormido, no va a molestar a nadie, tiene todas sus vacunas, etc. Cuantas cosas habré dicho en ese momento mientras subía al carro. El chofer y la señorita se rieron. Nos dejaron ir juntos, los cuatro en dos asientos. Máx muy feliz durmiendo en mi regazo y roncando, parecía que tenía un altavoz. La gata echada sobre las piernas de Ivan, parándose de rato en rato, conforme pasaba la inyección.

 Hicimos una parada en Chuquibamba, pensé que Máx aún estaría sedado y no podría caminar, ¡oh sorpresa!, se bajó casi corriendo, y quien no, todos queríamos ir a los servicios higiénicos. 15 minutos para estirar las piernas, compré otro boleto para llegar a Ispacas y dimos un paseíto con Máx. La gata y mi hermano se sentaron a descansar. Cargarlo de nuevo para subir a la minivan, no quería, pero era necesario. Al fin otra vez a bordo, son las 10 de la noche, no puedo ni descansar, Máx está inquieto.

Ya vamos a bajar Liz, despierta a Máx y alístate. No sé en qué momento nos dormimos. Bajé desorientada por el sueño. Máx reconoció el lugar y fue a rascar la puerta, Leydi, mi mamá nos abrió. 1:30 de la madrugada. Llegamos, entré al cuarto, Máx se recostó sobre mi cama y a dormir, mi hermano hizo lo mismo con su querida gata. Así fue como llegamos para disfrutar de nuestras vacaciones.




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