Crónica N° 1
OJITOS COLOR MARRÓN
Nos conocimos por una tarea de responsabilidad social de la universidad. Estabas
tan flaquito, muy débil, parecía que ibas a romperte. Te llevé a casa, mi
hermano Ivan al verte dijo. Se va a morir. Nos miramos y dije. El puede, va a
ser un bóxer poderoso, lo voy a ayudar. Sonreí. Te bañé y te alimenté, después
de comer te pusiste a jugar, para la noche estabas durmiendo en una camita
hecha de una colcha, eras tan pequeñito, que la gata era más grande que tú. Los
dos se acomodaron y durmieron juntos como si fueran madre e hijo. Tu nuevo
nombre. Máx. 
 Al día siguiente debía ir a la
universidad. ¿Dónde crees que se va a quedar el perro mientras no estamos? Más
te vale que vengas rápido, no quiero nada destruido, ayer ya mordió mis
sandalias. Me sentenció mi hermano.
 Creciste y ahora duermes en tu
colcha sobre mi cama.
Viernes en la tarde, Máx empezó a ladrar como loco, jamás se había portado así,
no entendía porque ladraba tanto. Nuestros paseos al temático siempre son sin
ladridos, todos los días. No sabía que me estaba advirtiendo del peligro, ese
hombre llevaba un cuchillo en sus manos y quería atacarnos. 
Estaba tan nerviosa y asustada. El perro quería abalanzarse sobre el hombre
y yo solo quería correr, pero no podía dejar a mi Max, mi miedo a que le haga
daño era más fuerte, empecé a jalarlo. Pero, ¡Dios cuanta fuerza! El hombre empezó
a correr hacia nosotros, Máx iba a su encuentro, no pude sujetarlo más, se
abalanzó contra él y lo hizo caer, trajo el cuchillo y lo puso en mis pies, las
personas que caminaban en la calle nos vieron y fueron en nuestra ayuda, ahora
que lo pienso, todo fue muy rápido, pero al mismo tiempo no. 
Aparecieron unos señores y se llevaron al sujeto del cuchillo. Nunca me
enteré quien era realmente, solo los susurros de la gente decían que era un
enfermo mental. ¿Estás bien? Me preguntó un joven. Solo atine con la cabeza, Máx
estaba a mi costado. Escuché decir. Si el perro no ladraba tanto no habría venido,
ha tenido suerte, ese animal es un peligro para todos, niña debes salir
acompañada de alguien más, Ese perro es grande, etc. Agarré a Máx y caminé sin
decir nada, estaba pasmada con lo sucedido.
Si eso no es amor, no sé qué es. Máx me demostró eso y muchas más, que el
amor son acciones. 
Crónica N° 2
                                                   TIENES QUE IRTE
Estábamos tomando desayuno, eran las 8 de la mañana del día sábado, todos
los días parecen iguales, la única diferencia de un martes con un domingo son
las clases virtuales, dicho sea de paso, es más estresante que las
presenciales. 
TOC, TOC, TOC. ¿Quién toca la puerta a esta hora? Exclamó Juan, mi papá y
abrió la puerta. Liz, Leidy vengan un momento van a hacernos la prueba rápida
para saber si tenemos el virus. Risas. El día anterior yo viajé a Chuquibamba,
junto a una compañera a recoger equipos móviles que la universidad nos estaba
proporcionando. Les daremos los resultados después, ahora les tomare la
temperatura, exclamó la enfermera. Muy bien su temperatura es normal, regreso
más tarde para darles los resultados.
Tres de la tarde tocaron la puerta. La señorita Leslie Ramírez debe
acompañarnos su prueba salió positiva. ¡Tiene que ser un error! Solo en eso
pensé. ¿Y mis padres? Pregunté. Ellos están bien, pero tú no, así que acompáñanos.
 Salí de la casa sin decir palabra
alguna. Parecía de película. Va a estar todo bien. Escuché a mi mamá. Nadie
decía nada, la preocupación se apoderaba de mí y preguntas ¿Por qué tengo el virus?
¿En qué momento me contagié? ¿Por qué mis padres salieron negativos, si
compartimos la misma mesa?
Me empezó a doler la cabeza, tenía miedo. Algo en mi me decía: Esto no es real.
Llegamos al colegio donde guardaríamos 15 días de aislamiento total de nuestras
familias, no era la única, varias caras conocidas, ahora tan desconcertadas,
con los ojos llenos de miedo, me miraban y yo a ellos. Los días se hicieron una
pesadilla, si antes estando con mis padres me estresaba, ahora sola era peor,
la batería de mi celular se acabó, ¿Cómo haría mis clases?  No quería pensar en el dichoso virus y quería
escapar por medio de las clases, mantenerme ocupada. 
Los días han pasado, mis padres vienen tres veces al día trayendo comida y
la misma pregunta ¿Cómo estás? ¿cómo te sientes? No es momento de estar con la
cara triste ellos también necesitan fuerzas. Ha pasado ya una semana, nos harán
de nuevo la prueba, no tengo ningún síntoma, confío en que saldrá negativo,
tiene que haber sido un falso positivo la vez pasada.
Lunes a las 10 A.M. me hicieron la prueba. Tranquila, me dijo la enfermera.
¿Quién es? No lo sé, su rostro cubierto por el cubre bocas no me permite
saberlo. 6 de la tarde regresaron con los resultados. ¡Dios dame fuerzas!
Pedía. NEGATIVO. No sabía si reír o llorar, así que hice ambos y agradecí por
eso. Más tarde, pasé por el puesto de salud a llenar unos papeles, la vida me
sabe mejor ahora.
Crónica N° 3
VIAJAR CON MÁX
Ivan, lleva a Máx y a la gata al veterinario para que los hagan dormir y
viajen tranquilos, aunque sea hasta la mitad del viaje, yo voy por los boletos.
Me dijo. Eh no, yo no voy a poner un solo pie en la veterinaria, molesta le
dije. Ok entonces iremos en transbordo. Así fue como a media mañana estaba
ansiosa y enojada. Ya son las 3 de la tarde. Máx un bóxer extremadamente
juguetón no paraba de corretear por toda la casa. La gata dormilona, ahí ociosa,
como todos los días, echada sobre la cama.
3:15 P.M. Ivan agarra la gata, ponla en la mochila, Máx, Máx, ven hijito
vamos a salir. En tres segundos estaba mirándome con su correa en la boca. ¡Ah
claro!, al perro si hijito y a mi gata que le parta un rayo no.  Solo me reí y directo a la veterinaria, la
gata no dejaba de maullar y Máx solo quería correr al parque. Claro como si
esto fuera un paseo. En mis brazos, una colcha enorme en la que cargaría a Máx.
Me dolió más la inyección a mí que a la gata y a Máx juntos, apenas dormido, lo
cargué sobre mi espalda, como un bebito, 26 kilos encima casi me hacen
considerar cargarlo, pero no había tiempo, ya era tarde. Ivan se las ingenio
con su gata. Cargar la mochila delante sobre mi pecho y Máx en la espalda, olvídenlo
nada recomendable.
Con las justas alcanzamos una minivan. ¡No puede ir adelante con un bebé,
atrás hay un asiento! No es un bebé, es un perro señorita, está dormido, no va
a molestar a nadie, tiene todas sus vacunas, etc. Cuantas cosas habré dicho en
ese momento mientras subía al carro. El chofer y la señorita se rieron. Nos
dejaron ir juntos, los cuatro en dos asientos. Máx muy feliz durmiendo en mi
regazo y roncando, parecía que tenía un altavoz. La gata echada sobre las piernas
de Ivan, parándose de rato en rato, conforme pasaba la inyección.
 Hicimos una parada en Chuquibamba,
pensé que Máx aún estaría sedado y no podría caminar, ¡oh sorpresa!, se bajó
casi corriendo, y quien no, todos queríamos ir a los servicios higiénicos. 15
minutos para estirar las piernas, compré otro boleto para llegar a Ispacas y
dimos un paseíto con Máx. La gata y mi hermano se sentaron a descansar.
Cargarlo de nuevo para subir a la minivan, no quería, pero era necesario. Al
fin otra vez a bordo, son las 10 de la noche, no puedo ni descansar, Máx está
inquieto.
Ya vamos a bajar Liz, despierta a Máx y alístate. No sé en qué momento nos
dormimos. Bajé desorientada por el sueño. Máx reconoció el lugar y fue a rascar
la puerta, Leydi, mi mamá nos abrió. 1:30 de la madrugada. Llegamos, entré al
cuarto, Máx se recostó sobre mi cama y a dormir, mi hermano hizo lo mismo con
su querida gata. Así fue como llegamos para disfrutar de nuestras vacaciones.

 
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