<<No debes de confiar en los que tengan tu
sangre>> Fue la oración que con lágrimas y manos temblorosas formulé
en mi mente. Había confiado ciegamente, aunque en poca cantidad, en mis
familiares…de nuevo. Si había algo que mi familia me había enseñado era que la
hipocresía no posee respeto por lazos sanguíneos… o sentimientos con los tuyos.
Con aquella llamada telefónica que no debí escuchar a las 11 pm lo reafirmé, mientras
las palmas de mis manos se volvían blancas de tanto apretarlas entre sí, por el
coctel de tristeza y enojo que experimentaba aquel domingo de junio, el cual
bajaba por mi garganta como sollozos.
--Ella dijo que quiere mudarse a Lima este mes
y dejar su carrera —Mentían, mi prioridad era acabar la universidad y de
aquí unos años considerar dicha opción. La voz del que hablaba en la otra
habitación sonaba algo chillona mientras una imitación de susurro dejaba sus
labios Quería ignorar el ruido de aquella pútrida conversación al salir a la
calle, pero el toque de queda ya había comenzado, la sirena de una patrulla de
serenazgo se oía a unas cuantas cuadras de donde residía en aquel entonces. <<MALDITO TOQUE DE QUEDA>>.
<<El sueño puede opacar cualquier sentimiento
dañino >> La manta que tenía para arroparme todas las noches en aquel
cuarto del quinto piso de Santiago de Surco nunca me había abrigado tan poco, y
no era para menos, las palabras que habían usado unos <<familiares
>> para describirme por llamada me helaba la sangre, rompía mi corazón y
liberaba gruesas lágrimas, destrozando con ello una promesa que años atrás me
hice a mí misma sobre fortaleza personal.
<<--Yo a su edad ya tenía…. Su carrera es
basura, son letras. Ella debería. Debe ser así. No puede-->>Dormí forzosamente con
aquella voz susurrando casi en mi oído por culpa de lo estrecho de las paredes
de la casa, esa llamada telefónica que no deseé escuchar cavó un hueco en mi
pecho …Me volvía a sentir como una marioneta. En una ciudad que apenas
conseguía domar.
Sin darme
cuenta, la noche se hizo madrugada, la madrugada se hizo día y el reloj de mi
celular marcó las 7am mientras mi sonrisa mañanera caía al recordar la noche
anterior, salí a tomar desayuno como cualquier mañana de rutina en cuarentena,
pero hecha un toro de rodeo furioso y dolido. Cuando la persona que el día
anterior hablaba me saludó, hice lo que mi familia mejor sabe hacer, y sonreí
hipócritamente.
 
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