martes, 18 de agosto de 2020

SANGRE SUCIA

 


<<No debes de confiar en los que tengan tu sangre>> Fue la oración que con lágrimas y manos temblorosas formulé en mi mente. Había confiado ciegamente, aunque en poca cantidad, en mis familiares…de nuevo. Si había algo que mi familia me había enseñado era que la hipocresía no posee respeto por lazos sanguíneos… o sentimientos con los tuyos. Con aquella llamada telefónica que no debí escuchar a las 11 pm lo reafirmé, mientras las palmas de mis manos se volvían blancas de tanto apretarlas entre sí, por el coctel de tristeza y enojo que experimentaba aquel domingo de junio, el cual bajaba por mi garganta como sollozos.

--Ella dijo que quiere mudarse a Lima este mes y dejar su carrera —Mentían, mi prioridad era acabar la universidad y de aquí unos años considerar dicha opción. La voz del que hablaba en la otra habitación sonaba algo chillona mientras una imitación de susurro dejaba sus labios Quería ignorar el ruido de aquella pútrida conversación al salir a la calle, pero el toque de queda ya había comenzado, la sirena de una patrulla de serenazgo se oía a unas cuantas cuadras de donde residía en aquel entonces. <<MALDITO TOQUE DE QUEDA>>.

<<El sueño puede opacar cualquier sentimiento dañino >> La manta que tenía para arroparme todas las noches en aquel cuarto del quinto piso de Santiago de Surco nunca me había abrigado tan poco, y no era para menos, las palabras que habían usado unos <<familiares >> para describirme por llamada me helaba la sangre, rompía mi corazón y liberaba gruesas lágrimas, destrozando con ello una promesa que años atrás me hice a mí misma sobre fortaleza personal.

<<--Yo a su edad ya tenía…. Su carrera es basura, son letras. Ella debería. Debe ser así. No puede-->>Dormí forzosamente con aquella voz susurrando casi en mi oído por culpa de lo estrecho de las paredes de la casa, esa llamada telefónica que no deseé escuchar cavó un hueco en mi pecho …Me volvía a sentir como una marioneta. En una ciudad que apenas conseguía domar.

Sin darme cuenta, la noche se hizo madrugada, la madrugada se hizo día y el reloj de mi celular marcó las 7am mientras mi sonrisa mañanera caía al recordar la noche anterior, salí a tomar desayuno como cualquier mañana de rutina en cuarentena, pero hecha un toro de rodeo furioso y dolido. Cuando la persona que el día anterior hablaba me saludó, hice lo que mi familia mejor sabe hacer, y sonreí hipócritamente.

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