CACHIMBOS
La intranquilidad en mi mente no me dejaba dormir, me despertó al día siguiente de esa despedida a las 3 de la madrugada, y es que no podía dejar de pensar en que significó para él aquel beso, pensé que cómo para muchos jóvenes ahora, podría haber sido solo un juego. Pero el tiempo me demostró que no, que mis sentimientos eran correspondidos por tan guapo joven de mirada tierna como la de un niño.
El inicio de clases universitarias como cachimbos trajo consigo distintos amigos, inteligentes y divertidos, personas que escasamente pude encontrar entre los 11 años de estudios en varias escuelas públicas. Tal vez también hubo estrés y discrepancias que ya olvidé, porque lo único que veo en esos 2 primeros años de universidad, son si no, recuerdos de varios profesores admirables cada uno a su manera que motivaron nuestros ánimos de estudiantes de algún día ser la mitad de lo que son ellos, y varios trabajos de invaluable esfuerzo para que la profesora Karina sentencie sobre estos una opinión desaprobatoria, pero nos regale una nota aceptable.
Entre esos recuerdos, también está la formación de ese grupo de amigos con los que compartiríamos trabajos, opiniones, fiestas, que hasta hoy conservo y entre los cuales estaría él, ahora cómplice mío en el amor. En los primeros meses reconocí entre los tantos alumnos que me acompañaron, un ápice de valores que creí conocería mejor conforme pasará el tiempo. Así fue con muchos, con un joven de cabello lacio y ojos chinos en particular, al cual fui conociendo entre sus bromas carientes de gracia para mí, y las tareas que compartíamos en las que siempre divisé mucho esfuerzo por parte suya.
Admiraba mucho su disciplina para realizar cualquier tarea que se proponga, y su gusto por la lectura y el deporte, también tenía un afán por intentar hacer el bien a los demás que en ese tiempo se vio influenciado por la orientación política inculcada por un profesor. Sin embargo, fue su personalidad tan amable y jovial que me regalaba sonrisas siempre y su sinceridad las que terminaron haciendo que me enamore de él.
Al cabo del primer año, en el que sería nuestro último día de clases, me besó y el desconcierto y sensación de estar soñando que me invadieron aquella vez no desaparecen hasta hoy, casi 2 años después. La alegría que me regala aquel jovencito me hacen estar avergonzada de lo poco que le puedo ofrecer, pero la determinación por mejorar a su lado me atenúa.
 
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