El viaje se había planeada ya desde hace un tiempo, era con unos amigos que conocí en el coro cuyos nombres no recuerdo por el pasar del tiempo, era de la iglesia Señor de la Caña, y el nombre del lugar al que fuimos se me escapa, pero no era demasiado lejos, ya que fuimos y regresamos en combi, tardó mucho en llegar.
Apenas llegamos nos dirigimos a una especie de laguna, cerca
del pueblo. Tuvimos que escalar una enorme roca que cubría el camino en un
estrecho pasaje, para poder pasar tuvimos que no solo escalar la roca la cual
era liza y redonda, sino con los muros que por la humedad en su mayoría estaban
llenos de plantas verdosas. Luego estuvimos por un pasaje en medio de dos
riscos, ya no había casi nada de vegetación, parecía un desierto.
Pasaron las horas de caminata y subiendo un pequeño cerro
nos encontramos con una llanura en la que solo podrías ver el verde de la
maleza descontrolada y la vista del volcán Misti, nunca había estado tan cerca,
era imponente y no se compara a como lo vemos desde la ciudad.
Nos quedamos en esa zona para comer y dejamos unas
pertenencias sin importancia para ver si el próximo año regresando las
encontraríamos de nuevo, luego de eso nos retiramos dejando unos cuantos soles
y un collar, solo eso dejamos atrás o eso se creyó.
Para llegar a ese lugar tardamos muchísimo, pero para
regresar fue casi al instante. Esperamos y tomamos la combi con todas nuestras
vestimentas sucias, llenas de barro y signos de diversión.
Al llegar a la avenida ejercito cada uno tomó su camino, y
lamentablemente no pudimos regresar el próximo año, nos separamos y no sabremos
si las cosas que dejamos seguirán ahí, quizá lo más importante que dejamos en
ese lugar fue nuestra amistad.
 
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