martes, 18 de agosto de 2020

CRÓNICA DE UN VIAJE NO DESEADO




El agua nos había recibido como si nuestra llegada hubiera estado planeada, el cielo parecía entender lo que yo sentía mientras esperaba atenta a que nuestra tutora de curso dijera mis tan ansiadas palabras "mágicas" —"Pueden salir del bus" —Estábamos camino al Cuzco, y dicha ciudad imperial nunca me había sorprendido menos. No había alguna razón para no querer viajar más que solo puro y duro desinterés.

 Era el año 2016, y su muy ansiado viaje de promoción estaba en ejecución para el bien de todas mis compañeras de quinto grado. Por el contrario, lo único bueno que yo tuve desde mi partida 3 horas antes, fue un chocolate blanco que nos regalaron de cortesía, el cual agradecí con un saludo de manos algo forzado por culpa del equipaje que cargaba. Me sentía incomoda, el agujero que sentía se formaba en mi estómago... me ardía. Quería obviar estar en un bus que nunca desee abordar.

 Intenté dormir mientras veía cómo la neblina del frío invierno cuzqueño en contraste con nuestras respiraciones en grupo empañaba las ventanas y los espejos que cargábamos. No creí que eso podría ser peor, pero lo fue...si el calor era jodidamente sofocante estando quietas y listas todas para dormir, lo fue aún más cuando un grupo "movido" propuso colocar música propia del año 2016... implicaba reguetón...Todavía recuerdo aquellas canciones de "Ozuna", ese día soñé con esa voz aguda chillona en su intento por rapear algo con sentido, pero fallando.

 Era el día uno en mi viaje de promoción y si antes estaba deseando volver a Arequipa, luego lo imploré al de arriba. mis compañeras comenzaron una mala coreografía en los pasadizos del bus mientras este recorría una curva y hacia que varias cayeran al piso. La tutora se unió, las de otras secciones igual, subían y bajaban sus caderas, aunque la edad hiciera que algunas tengan movimientos forzados mientras sus rostros pedían ayuda.

El amanecer estaba llegando, supe, gracias a los colores rojo y naranja que se mostraban bastante opacos por la ventana vaporosa. Parecía un gimnasio, uno donde no podía respirar por la vergüenza ajena que sentía, donde mi corazón palpitaba con el ruido poderoso de todos los parlantes a su máxima potencia, hasta que cesó. Habíamos llegado, era el comienzo de un mal viaje, uno tan terrible que he suprimido los recuerdos de este en mi memoria. 

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