Una tarde de sábado, en un paseo
por la plaza de armas, pude concretar el viaje que tenía pospuesto hace meses.
Me iba a Copacabana, lugar que desde hace mucho tiempo  quería visitar con Josceline, mi enamorada en
ese entonces y la persona con la cual pensé podría compartir el resto de mis
días. Partimos muy temprano, del terminal terrestre y con muchas expectativas
llegamos a Puno, donde deberíamos tomar un colectivo hacia la frontera con
Bolivia, conocía el lugar pero no sabía cómo llegar exactamente. Las veces
anteriores había ido con mis padres y el guía siempre era mi papá, quién
conocía parte del lugar y se ubicaba por los nombres. 
Llegamos a la frontera,
preguntando a algunas personas que también iban al mismo lugar, cambiamos algo
de dinero y en otro colectivo enrumbamos hacia Copacabana, famosa por la virgen
del mismo nombre y su vista panorámica desde el cerro donde se hace una especie
de peregrinación así como lo hacemos en Chapí. Al llegar, fuimos directo a la
iglesia, muy visitada por la fe de sus pobladores. Miles visitan a la virgen de
Copacabana con autos y combis, decenas de personas se aglomeran para una
bendición y poder vestir a su engreído con serpentinas y mistura amarilla para
las buenas vibras.
Al medio día, pasada la misa,
fuimos por la parte trasera donde se apertura una pequeña capilla para el rezo
con velas, el calor es algo insoportable, más en horas de la mañana. Después de
orar por la salud de nuestras familias, partirnos rumbo al cerro donde haríamos
la peregrinación.
En el lugar hay una especie de
estaciones, iguales al vía crucis que se hace en Semana Santa, donde se reza en
cada parada y se arrojan piedras como señal de dejar nuestros pecados y seguir
por el camino de Jesús.
Apenas pudimos llegar a la mitad
del cerro, pues el viaje nos quedó corto y queríamos ir la parte trasera donde,
se hacía una especie de ritual. Le arrojas una ofrenda de bebidas y dulces a la
“boca del sapo”, piedra en forma de rana que simula la prosperidad y una buena
fortuna, si es que logra ingresar tu ofrenda en la misma boca.
Eran casi las 3 de la tarde y
presurosos fuimos al pueblo donde almorzamos, algo diferente, pero con muchos
buenos recuerdos. El día se acababa, regresamos al hotel donde en la mañana
saldríamos de regreso a la aburrida rutina y seguir constantes en nuestros
asuntos personales y del trabajo.
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario