CRÓNICAS DE
CONFINAMIENTO
LA SIDERAL
DESCONEXIÓN
(DE AMOR)
Nos
volvimos a encontrar un primero de enero. 
No sé si fue el destino o la casualidad. Esas fechas obligan a recontar
el pasado... y apareció ella. Un recuerdo postergado hasta aquel momento.
Después, se me hicieron borrosos los meses subsecuentes a la despedida. ¿Qué
había hecho medio año? Como una saeta ella volvió a mí.
Uno
quiere cerrar ciclos. Siente la necesidad. Pero ¿cuál era móvil de aquel
sentimiento?... Una semana pensando en ella y una noche solitaria de año nuevo
refrescaron su recuerdo. Y no me dejó en paz durante todo el día. Así, la
primera tarde de enero decidí perderme en las calles, escapar de mi mente.
Música en mis oídos y cigarro en la mano. Caminé sin rumbo fijo. Calles, autos,
semáforos, perros. Una tarde normal.
Pero
anocheció, eran las 7 pm. Esa hora la recuerdo muy bien, como si la vida se
hubiera detenido. El lugar también. Cementerio la Apacheta. Había decidido
descansar en el paradero de buses y refrescar la boca con un caramelo, de los
que nunca faltan en el bolsillo. De pronto una pregunta se empezó a filtrar por
entre mis auriculares. “¿Jesús?...
¿Jesús?”. Apareció de repente frente a mí. 
Mirian había aparecido nuevamente en mi vida. ¿O fui yo en su búsqueda?
Un
fuerte y desprevenido abrazo invadió mi espacio personal. Ahí estaba yo, sin
saber que decir o hacer, impávido. Haciéndome el valiente. Disimulando ese
temblor que empezó una semana atrás. Conversamos amenamente; propio de un
encuentro fugaz.
Pero
el pasado siempre esta atrás. Y uno no puede vivir con la mirada sobre el
hombro. Intercambiamos números telefónicos. Pasamos una semana en silencio...
De repente, cada palabra tenía que estar justificada, y cada verso imaginado
terminaba en silencio. Una semana después, me llamó.
Pero
no hablamos como antes. Aquellas diferencias que antes nos permitieron ser
libres, ahora nos impedía atarnos a una relación. Pero no quisimos aceptarlo. Y
nos hicimos daño. Dos meses después, volvimos a decirnos adiós. Dos meses
después, el teléfono volvió a sonar. Una semana después pactada una cita. Una
nueva oportunidad que ambos boicoteamos. Pasaron los días, las semanas, meses.
El teléfono no volvería a sonar.
Jesús D. Fernández R. 
 
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