jueves, 20 de agosto de 2020

Crónicas de una muerte anunciada

Crónicas de una muerte anunciada (título extraido de la gran obra "Crónica de una muerte anunciada")

El “bicho” es de lo que escucho todo el día, desde las primeras horas del alba, hasta el
repentino sueño de la noche. El “bicho” parece ser de lo único que hablan todos. Y entiendo
que nos encontremos en la plenitud de ,sin duda, el momento histórico más jodido de nuestra
historia. Pero por lo menos sé que hay cosas más importantes que el “bicho”. El tema central
resulto ser ese sin duda, un embrollo larguísimo de datos sobre una cadena de ADN que
enferma a todo el mundo. Mientras unas órdenes del alto mando se traducen en un “Sálvese
quien pueda”. Lanzando una batería de “medidas”, tan inclusivas. Que parecen ser hechas
por las “Tías pitucas de la molina” en el último remake del especial del humor. Sí, de esos
personajes caricaturescos en los que nos volvimos. Teniendo asco hasta de una señora que
vende sándwiches de huevo y palta a lado de carretera. Pero que sin duda se traduce a que el
“bicho” resulta ser el tema central de los que pueden tragar todos los días.
No pretendo pensar en colocarme en ningún falso pedestal moral. Pero se, que todos nos
encontramos muy abstraídos de una realidad que no vemos. De sin duda algo más importante
y profundo, que saber si el “bicho” fue creado en algún laboratorio o de si solo es un invento
de algún gobierno. Durante toda mi vida se me dijo que el Perú era sin duda el país del
milagro económico. La nación que soporto una superinflación y que ha crecido
económicamente, de manera ininterrumpida por más de veinte años. Pero claro, siempre fue
difícil ver para quien creció.
Ahora solo sé que no lo hizo para los siempre olvidados. Para los que nunca se encuentran
incluidos en el desarrollo. Los marginados que no importa si es un “bicho” o un terremoto o
un incendio. Siempre son los que se miran desde arriba y para abajo. Los que ahora pagan el
triple por cada medicamento, los que lloran por que destrozaron el puesto ambulante del que
comen sus hijos, los que reúnen cada parte de sus ahorros para no salir y no ser vistos como
culpables. Por qué somos tan huevones; que se nos hizo creer que la letalidad de un virus no
dependía de si hay agua potable, desagüe o de la eficiencia del sistema público de salud.
Depende de si la abuela que vende plantas en la calle, sale o no.
Luego de pensar en todo esto volteo, estoy en mi escritorio y mi viejo entra a la casa. Sí, otra
vez atendió a sus pacientes con el mismo tapabocas de hace dos semanas. Bajo a la primera
planta a ver a mi abuela y veo en el estudio del hall. A mi tía en teletrabajo a las 11:30 de la
noche. Y a mi abuelo pendiente de si mi tío hermano de mi madre lo llama en su largo éxodo
desde una mina en Espinar. Vuelvo a caer en cuenta .Entonces el milagro económico
¿Tampoco fue para nosotros? 

Eduardo Pacheco Puma

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