Como una niña.
Tiene la arrogancia del sol, 
mirada cándida.
De niño grande, de hombre niño, 
Capaz de amar con delirio.
(Jeanette - Corazón de poeta)
Siempre estuvo ahí, al parecer dispuesto a escucharme, con sus ojos
complacientes, con su mirada tenue, y puede que con los brazos abiertos.
Recuerdo que le preguntaba su vida personal, su hija, su pequeña familia,
jamás le pregunté sobre su esposa, solo sabía que era menor que él, traté de no
ser imprudente a pesar que ingenuamente me daba curiosidad el recorrido de su
vida; al principio lo miraba como un padre, al hacerle conversación él me daba
sus consejos de vida, yo atenta sonreía, me sentía cómoda debo decirlo. Le
decía que me llevara a mi casa, hacíamos ruta; él con casco en mano, yo con una
sonrisa tan grande como el cariño que iba creciendo. Momentos santamente
serenos.
Pero inocentemente, regresando de 3 meses de cuarentena, confundí esos
momentos, ahora lo miraba con otros ojos, ahora buscaba sus ojos, esperando una
muestra de afecto más allá de una amistad, ya que el protocolo es estar a 1 metro,
me conformaba con su presencia y era suficiente para mis días.  
Aprovechaba cada oportunidad a través de tontas escusas, intentaba sacarle
una sonrisa, una mirada suya puesta en la mía, unos ojos brillantes chocando intencionalmente
con los ojos de una niña que solo anhelaba su atención. 
Me dice que tiene 18 a 20 como máximo años de edad, sabe que yo sé que no
es verdad y reímos. Me dice hazme la pizza con amor y me dibuja un corazón en
su celular e inmediatamente dejo los pedidos e hice su pizza con amor:  bordes perfectos, ingredientes perfectamente
distribuidos. Me dice ¿te vas a ir?, me comporto indiferente, pero mi último
día le digo que lo extrañaré, me dice que me llamará, me rio, ya que en efecto
no me llamó. Ni un abrazo, ni un contacto físico. Una última despedida invitó a
unas cuantas lágrimas. Y le dije adiós. 
 
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